¿Alguna vez has soñado con un lugar perfecto donde todo funcione en armonía, sin conflictos, donde reine la igualdad, la justicia y la paz? Ese sueño tiene nombre: Utopía .
La palabra «utopía» nace de un juego léxico griego que puede significar tanto “buen lugar” como “ningún lugar” . Así lo entendió Quevedo al traducir por primera vez Utopía al castellano, sugiriendo con ironía que ese ideal perfecto tal vez no exista en ninguna parte.
Pero detrás de esta idea hay mucho más. Tomás Moro imaginó una isla gobernada con mesura, en donde todos vivían en comunidad, trabajaban 6 horas diarias, había educación universal, libertad religiosa, pocos mandatos legales y una profunda ética social. Era una crítica directa a las sociedades europeas de su tiempo, llenas de desigualdades y codicia.
Sin embargo, si buscamos una utopía verdadera, eterna y real, encontramos una promesa aún más poderosa en la Biblia. En el libro del Apocalipsis se describe una ciudad celestial, la Nueva Jerusalén, que desciende del cielo como símbolo del reino de Dios. Allí ya no habrá dolor, ni lágrimas, ni muerte. Será el fin del sufrimiento y el inicio de una vida plena de gozo, paz y amor.
“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor.”
— Apocalipsis 21:4
Esta no es solo una visión poética, sino una esperanza real para quienes confían en Jesucristo. No se trata de construir el reino por nuestros propios esfuerzos humanos, sino de recibirlo como un don: «Venga tu reino» , oraba Jesús.
Así que mientras soñamos con islas perfectas, recordemos que hay una promesa mayor: un lugar preparado como una novia para su esposo, un hogar definitivo para quienes depositan su fe en Cristo.
¿Y tú? ¿Qué tipo de utopía estás buscando?
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