En 2022, Jason Allen sorprendió al mundo ganando un concurso de arte digital en Colorado con una obra generada mediante Midjourney titulada Théâtre D’opéra Spatial. Su victoria desató una intensa polémica: ¿puede considerarse arte una imagen creada con inteligencia artificial? Un año después, Allen continúa su lucha, esta vez en los tribunales, para que su obra sea reconocida oficialmente como una creación artística y, por tanto, protegida por derechos de autor.

Tras su victoria, Allen intentó registrar la obra en la Oficina de Derechos de Autor de Estados Unidos, pero su solicitud fue rechazada con el argumento de que la imagen contenía “más que una cantidad mínima de contenido generado por IA”. Allen no se rindió y defendió que la elaboración del prompt —el texto que guía a la IA— es un proceso creativo en sí mismo. Según sus abogados, el artista proporcionó cientos de indicaciones iterativas para dar forma a su visión, una tarea que, aseguran, implica intencionalidad artística y mérito intelectual.

El caso ha reavivado un viejo debate en el mundo del arte: ¿dónde termina la herramienta y dónde comienza la autoría? Los defensores del arte generado por IA lo comparan con la llegada de la fotografía en el siglo XIX, cuando muchos artistas tradicionales rechazaron la cámara como una amenaza. Hoy, la fotografía es considerada una forma de arte legítima, y lo mismo podría suceder con la inteligencia artificial si se reconoce la intención y la creatividad humana detrás de cada obra.

Más allá del caso individual, la controversia también expone las tensiones éticas del uso de IA en el arte. Muchos artistas han criticado que estas herramientas se entrenaron con obras sin consentimiento ni compensación. Este conflicto pone sobre la mesa la necesidad de una regulación clara que proteja los derechos de los creadores humanos, al tiempo que reconozca el papel creciente de la inteligencia artificial como nuevo medio de expresión artística.

Imagen | Jason Allen y Midjourney